ni me
acariciaban como tú lo hacías,
ni si
quiera tenía las mismas medidas,
las
mismas costuras.
Le
daba igual que le tocase los pies
y por
eso no lo hice,
yo no
estaba allí,
era
incapaz de mirarla a los ojos.
Yo
estaba en otro lugar,
llorando
en la orilla de un lago,
sabiendo
cuál sería el siguiente paso.
Con el
agua hasta el cuello,
sigo
sin poder mirarla a ella,
ojalá
darme asco o culpa,
pero
solo soy capaz de contemplar
este
lago lleno de tristezas
y ser
una más de ellas.
Ojalá
un poema sobre tu piel
y tu
cara
y la
manera en la que
me
aferras a la cama
para
que no me vaya
a la
orilla de ningún lago.
Un
poema que hable sobre
todo
lo que te extraño,
de la
cantidad de veces
que
apareces en mis sueños,
o el
tiempo que empleo en intentar
no
pensarte.
Siento
el día tonto,
es que
ayer me di cuenta de
que
ninguna serás tú
y me
entró la bajona.
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