Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



sábado, 3 de mayo de 2014

Azul mecánico (17.1.14)

No dejas de aparecer y no es malo. Todo lo contrario, cuando lo haces, sonrío.
No eres una noticia terrible en el telediario, tus políticos postizos no salen en la televisión diciendo mentiras, aunque las digan, es solo que aparecen fotos de tu ciudad, porque ahora es tuya, y yo sonrío. Vuelvo a tener la nariz congelada. Hace tanto frío, no te puedes imaginar. Bueno, tú dirás que estás acostumbrada, eres fuerte. Puedes caerte desde la estratosfera, estoy segura, y no pasar nada. Bueno, yo digo nada, a ti te dolerá, pero ninguno de tus huesos, ya sabes. Eres fuerte.
Pienso en ti, llevo días haciéndolo y no lo evito. Antes sí. Te echo de menos. Ni siquiera he pensado si estaría fuera de lugar decírtelo, pero, bueno, no te lo he dicho. Te echo de menos. Sigo sin perdonarme algunas cosas. Pero apareces y es como una forma de redimirme. Cada vez que soy capaz de sonreír y no sentir angustia, te veo tomando cerveza. He parado el tiempo justo ahí, en una acera, fumando, mientras todo parecía ser azul mecánico. Te lo dije y comenzaste a brillar. Tú no lo viste. No podías verlo, pero yo sentí que eras todas las luces de navidad de la ciudad juntas, apelotonadas entre tus pies y tus uñas y tu pelo y tus ojos.
No éramos un cuadro. Éramos una foto, un cortometraje, este plano de aquí no lo cambiaría por nada del mundo. Apareces, yo sonrío.
He pensado que te quiero en mi vida, pero no embriagada y puerilmente. Te quiero en mi vida para que critiques las películas que veo, los libros que leo, la manera que tengo de recitar, mi forma de conjuntar la ropa, la música que escucho, lo que escribo.
Necesito la manera que tienes de acuchillarme sin piedad porque es una forma de crecer. Hacia arriba, hasta la estratosfera.
Mientras escribo esto pienso si enviártelo, tú, hace tiempo, me habrías dicho que sí. Que lo hiciera. Que menuda estupidez. Ahora no estoy tan segura de ello. Pero te oigo gritar cobarde y no sé. Aquí arriba sí que hace frío, ¿no?.

Estoy arreglando algunas cosas. Siempre estoy en obras, yo qué sé, pero ahora, eso. Siempre estoy en obras. Apareces y no me molesta que lo hagas. Es raro porque no hablamos, no sé mucho de ti, pero de alguna manera estás en muchas de las cosas de mi vida diaria, como por ejemplo, tener la nariz congelada, y no me molesta. Sonrío.
Me pregunto si sonríes tú. A veces estoy en la biblioteca y me pregunto eso, que si te estarás muriendo de la risa ahora mismo, en este instante en el que yo me estoy estudiando las parafilias.
Y es divertido. Me río contigo.
Ahora siempre intento imaginarte como la persona sonriente que en realidad eres. No sé por qué, a menudo te veía como alguien triste o atormentada, pero, j-o-d-e-r, siempre me equivoco en la mayoría de las cosas importantes de la vida.

Un azul mecánico como el tuyo jamás será triste. Todo lo contrario.
Es tan fuerte que da por saco a todas las leyes de la gravedad.


Espero que te hayan dejado de doler los codos, las piernas, los huesos con sus cartílagos y sus tendones. Espero que sí, de verdad.


Siguiendo con mi estúpida tradición de "cartas que nunca envié".