Sus ojos son el canibalismo
más primitivo que existe.
No encuentro unas pupilas que dilaten
más el tiempo
que las suyas,
que dan miedo y devoran
pero es como estar de vuelta a casa
un día de lluvia.
Hablo de pantanos
y desastres naturales,
de montañas de huesos,
desperdicios,
animales carroñeros.
Hablo de la puta ley de la selva
que nos mata cada día.
Sus ojos son mis tripas
y es lo que me mueve
algunos días.
He intentado encontrarlos cerca,
más cerca,
he buscado por calles
y avenidas,
y siempre quedo con la misma
sensación absurda
de buscar en todas las mujeres
a sus tribus amazónicas.
Ella no lo sabe
pero podía ser faro y naufragio
al mismo tiempo,
conseguir que nadie saliera huyendo
en mitad de una estampida.
No hay ningún camino
que nos una
por eso he confeccionado ríos
a la medida exacta de sus piernas,
siempre por si volvía.
Juro una y otra vez
que esto de aquí es solo poesía,
un polvo barato y sucio,
ni siquiera nos hemos corrido.
Que hablo de sus ojos
porque aun hoy me parece increíble
que una mirada así siga siendo
huérfana de mí.
Y debe ser,
solo debe ser que
soy el diablo en persona,
porque sus ojos son
como el infierno,
y nada más parecido a
un volver a casa por navidad.