Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



lunes, 2 de abril de 2012

Veteranos de guerra.


No sé querer muy bien. Al menos no de la forma en la que las personas normales quieren.
Solo sé querer muy fuerte y muy alto. Haciendo mucho ruido, doliendo siempre la carne. Mordiéndola.
Pero al mismo tiempo, quiero dentro del cerebro, dentro de mis manos, dentro de mi boca.
Es difícil. Complicado y engorroso.
Siempre quedo con la sensación de dejarme algo de camino. Como si estuviera de viaje continuamente. Mirando hacia atrás, de vuelta a casa, pensando que algo de mí se viene conmigo. Todo lo demás no. Eso de dentro de mi cerebro, lo que envuelve a mis manos, la piel de mi boca. Todo eso queda, de alguna manera allí a donde voy.
No encuentro una intensidad adecuada en la que no ser ni muy vulnerable, ni inmune a todo lo que siento. Cómo lo siento. Siempre es algo desmedido.
No sé querer. Esto es algo que supe desde el momento en el que fracaso a fracaso entendí que no es que las relaciones tuvieran una fecha de caducidad. Ni si quiera era cosa del amor y la brevedad de su química.
No sé querer y temo que sea por esa necesidad mía de ir un paso por delante a todo. Estar siempre al borde y sentir que si no estoy en peligro de muerte, no es real.
De todos modos es algo que sé hace mucho tiempo. Convivo con mi incapacidad para estar tranquila, en paz conmigo misma. Esa paz que hace que las personas normales quieran como se debe querer.
Me gusta la guerra.
Pelearme hasta la muerte. Ganar siempre. Esconderme en trincheras, alto el fuego, cartas desde el campamento base, heridas de guerra, cicatrices para toda la vida, fuego enemigo, el sonido del ruido, sangre en los oídos, dormir con un ojo abierto, siempre. El barro, la lluvia, lágrimas. Pelear cuerpo a cuerpo, ir perdiendo y luego perder, acabar siendo rehén, balas, tiros, disparos.
Por eso no sé querer muy bien. Porque mi concepto de amor es lo más parecido a un campo de batalla. Ir luchando siempre contra todo el mundo. Contra mí. Contra lo que digo, contra lo que dicen, lo que oigo, lo que pienso, lo que no oigo que piensan.
Y después de ganar o de perder, una nunca sabe muy bien que pasará luego. Es simplemente eso. Ganar y perder y luego nada. La nada más absoluta que puede existir.
Es como querer todo el rato en el recuerdo. Vivir como método del almacenaje de momentos.

Pero ahora no hay ningún enemigo. Ni siquiera yo tengo motivos para estar enfadada conmigo misma.
Quiero como lo hacen las personas normales pero siempre con esa sensación de estar de viaje, de tener que voltearme para ver como parte de mí se aleja dentro del cerebro de otra persona, alrededor de otras manos y en la piel de esa boca. Con esa intensidad desmedida, sin saber muy bien si es vulnerabilidad o lo contrario a. Y ese es mi campo de batalla. El paso por delante está en que no llego a imaginarme cómo será cuando aparezca una bandera blanca en mitad del camino y alguien decida empezar a querer de verdad, ni bien, ni mal, sino de verdad, o por el contrario, volverse a casa como el veterano de guerra que siempre fue.

En cualquier caso, no sé querer muy bien y creo que eso es algo que debes saber.
Muerdo, me muevo muchísimo en la cama, soy una pesada, nunca sé decir las cosas a tiempo, se me da bastante bien adoptar el papel de sumisa, me va el drama como forma de vida, una vez al mes seré un monstruo, una bestia y me querrás matar, acabarás harta de leerme y dejarás de hacerlo, si hay un momento bonito que estropear no dudes que lo haré, tironearé siempre que estés lejos, nunca sabré a dónde ir, ni qué plan hacer, me agobio con facilidad, fumo, si bebo mucho vomito, nunca sabré si todo está bien de verdad y por eso preguntaré todo el tiempo, tengo demasiadas manías, demasiadas coletillas. Soy de esas personas que se enfadan y no lo aceptan y son incapaces de explicar el por qué.
Siempre que pueda quejarme de algo, lo haré. Lo haré repetidas veces, es más. El saco de mierda lo tengo muy presente siempre. Soy un desastre de persona. Me gusta el orden pero me da igual no dormir. Probablemente en algún momento la frase "es que tú no tienes ni puta idea de mí" te acabe sabiendo a rayos. En cualquier discusión medianamente importante me quedaré en blanco y no sabré qué argumentar en mi defensa. Soy aburrida y predecible. Siempre le doy demasiada importancia a las cosas y normalmente éstas suelen ser las más insignificantes y estúpidas. Me gusta la guerra aunque nunca esté segura de saber cómo ganarla. Ni siquiera de si seré capaz de empezarla como es debido.

Por eso no sé querer muy bien. Porque no creo ser una persona normal. Y tampoco creo que me guste esa forma de querer que tienen las personas normales.

Y la sangre y las lágrimas. Esas cosas que nos hacen estar más cerca y ser más humanos. Esas son las cosas que me gustan del amor.

Y morder, claro, aunque esté de moda.