Parece mentira que tu apellido sea
Libertad.
Cuando te conocí
viajaste mentalmente a un millón de
países
sin moverte de la cama.
Yo te miraba como se miran
las cosas que se necesitan memorizar
lo antes posible.
Vi tus piernas corriendo por praderas
porque volabas hasta allí solo con
cerrar los ojos.
Tú no lo sabes pero aquella cama
se convirtía en Australia
cada vez que pronunciabas todas las
letras
de tu apellido.
No era de extrañar que en algún
momento
pensara en convertirme en indígena
en mitad de aquel desierto.
Sobre todo era triste porque te querías
marchar.
Tenía que haberlo acabado y buscado un buen título.
Pero no.