Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



martes, 22 de enero de 2019

III. (sin fecha)


Se había convertido alérgica a todo. Primero tuve que llevar al perro, Bruno, a casa de mis padres, porque un día empezó a estornudar y no paró de hacerlo hasta que me lo llevé. Luego le llegó la hora a Lope, el gato. Era un animal enorme, con el pelo gris brillante y ojos verde selva. También él se fue. Más tarde vi salir por la puerta de mi casa a dos canarios de color amarillo intenso y pico anaranjado que cantaban durante todas las mañanas mientras yo preparaba el café, hacía la comida o ponía orden a mis papeles. Todos se fueron. Uno a uno vaciaron la casa hasta no quedar nadie.
Tampoco ella.
Se había convertido alérgica a todo y en especial a mí.


Un día me dio por escribir pequeñas historias. De todas las que conseguí terminar, esta es una de mis preferidas. Tienen como cinco años, quizás más. 


lunes, 21 de enero de 2019

Sadness Lake

No eran tus manos
ni me acariciaban como tú lo hacías,
ni si quiera tenía las mismas medidas,
las mismas costuras.
Le daba igual que le tocase los pies
y por eso no lo hice,
yo no estaba allí,
era incapaz de mirarla a los ojos.

Yo estaba en otro lugar,
llorando en la orilla de un lago,
sabiendo cuál sería el siguiente paso.
Con el agua hasta el cuello,
sigo sin poder mirarla a ella,
ojalá darme asco o culpa,
pero solo soy capaz de contemplar
este lago lleno de tristezas
y ser una más de ellas.

Ojalá un poema sobre tu piel
y tu cara
y la manera en la que
me aferras a la cama
para que no me vaya
a la orilla de ningún lago.
Un poema que hable sobre
todo lo que te extraño,
de la cantidad de veces
que apareces en mis sueños,
o el tiempo que empleo en intentar
no pensarte.

Siento el día tonto,
es que ayer me di cuenta de
que ninguna serás tú
y me entró la bajona.

sábado, 12 de enero de 2019

Gota (4.1.19)


Mírame, cual pavo real, contoneándome frente a ti con total indiferencia. Mírame, qué triste y qué poco se me nota. Abro mis plumas, como si me importases una mierda. Esto de aquí lo he hecho un millón de veces. Esto es un juego, esto es fácil. Esto de aquí me da igual. Mientras tanto, bajas por mi garganta como la gota en mitad de la discoteca. Amarga y deliciosa.

sábado, 5 de enero de 2019

Teorema I


Estás dejando el tiempo pasar,
miras el minutero,
cómo puede ser de día ya
cómo de noche,
cómo demasiado tarde ya.
Estás en el mismo sitio de siempre,
de la misma manera,
puedo verte a lo lejos
a pesar del hormigón
y el piche.

Yo lucho contra el espacio,
jamás te hablaré de los agujeros negros,
del fin del mundo y del miedo.
No te voy a hablar de la tristeza
ni de las lágrimas.
Ni de la venganza,
ni del fuego,
ni lo de estar perdido en mitad del bosque.

Sigues mirando el tiempo
yo sigo mirando el espacio.
Estamos dentro del mismo teorema
sin saber cómo coincidir.
Ojalá arrancar el minutero,
clavármelo en el pecho,
amarrarme a una cuerda
y hacer desaparecer
el espacio,
por fin.

viernes, 4 de enero de 2019

Dijiste que una vida nueva

La gente me llama valiente. No tienen ni puta idea. Valiente sería si pudiera decirte lo que pienso tal cual. Lo que siento tal cual. Dime, para qué serviría. Valiente sería sacarme la cabeza del culo de nuevo y empezar a conseguir todo eso que ahora mismo me da igual. Valiente sería no necesitarte tanto y quererte mejor.
Pero siento que el día que te marchaste, mucho antes de despedirte de mí, te llevaste contigo el libro de instrucciones. Valiente sería continuar sin ese libro. Qué fácil. Cómo si no hubiera montado y desmontado este mueble una y mil veces. Lo puedo hacer hasta con los ojos cerrados. Pero no siempre lo que se necesita es lo que se quiere. Y viceversa.

jueves, 3 de enero de 2019

Bruma.



Desperté empapado, desorientado, confuso, la claridad quemaba mis pupilas como si fueran cerillas, tu piel brillaba, pegajosa, grasienta y al mismo tiempo suave y en calma. La noche nos había arañado las tripas desde dentro. No soy capaz de recordar nada. Tú sentada sobre mí, yo apretaba tu piel para que no te fueras nunca, para tenerte en mí para siempre. Me quedé un rato mirando el techo. No era el techo de mi habitación, y tampoco el de la tuya. Extendí mi brazo para asegurarme de que seguías allí, suave y pegajosa. Nada. Todo lo que existía en aquella cama, que no era ni la mía ni la tuya, era un gran vacío lleno de aire enrarecido. Por alguna razón, no me alarmé. Llevaba semanas durmiendo poco y despertándome con un gran nudo en la garganta. La noche me ahogó en lágrimas que nunca verás brillar. Abrí la boca, pensando que me escucharías, pensando que estarías en algún rincón de aquel sitio: siento la tristeza.
Llevaba un rato tratando de incorporarme cuando oí cómo se abría la puerta de aquel sitio desconocido. Una sonrisa con olor a dentífrico que no era la tuya, y mucho menos la mía, apareció de entre la bruma de polvo y me dio los buenos días. Me bebí el café preguntándome quién sería aquella persona. Por qué me sonreía. A veces me daba la impresión de que sintiese pena por mí. Una sonrisa compasiva y al mismo tiempo deseosa de algo más. Que yo le diese algo más, que esperaba algo más. Besé su hombro, le di las gracias. Alargué el brazo, esta vez sabiendo con lo que me iba a encontrar, la sonrisa se convirtió por arte de magia en una risotada que hizo desaparecer de golpe y porrazo la bruma polvorienta y seca que me envolvía. Abrió un poco la ventana. Entera, dije, ábrela del todo. Me lié un cigarro, le ofrecí, me miró con extrañeza. Me dijiste que solo fumabas de fiesta. Me dijiste que no eras así. Me disculpé. Esto es lo que soy. Otra vez la bruma retornó, esta vez sobre su cabeza. Beso su hombro, por ti puedo dejarlo. La primera promesa que no cumpliré en la vida. Ella no lo sabrá hasta mucho después, claro. Cuando se de cuenta de que busco rozar la muerte, busco a otras personas que no son ella, busco sufrir por quién lo hizo por mí. Que me duela para tener una excusa, o para que todo lo demás deje de importar. Beso su cuello, veo su nuca erizarse, busca mi boca y me escapo de un brinco. Necesito ir al baño ¿dónde estoy? Justo en frente dice.

¿Dónde estoy?

Vuelvo al rato, ella espera sentada en la cama, allí donde la dejé. Le robo un beso torpe y escuálido. Me disculpo. Soy mejor ebrio, creo. Sonríe, coge mis cachetes y me acerca a su boca. Ahora somos dos bocas oliendo a menta artificial, cierro los ojos. Pienso en ti. La última vez que me sentí así, huí en mitad de la noche. Me estaban ofreciendo sexo gratis y cómodo y yo lo rechacé amablemente por un romanticismo apestoso y cutre. Cierro los ojos con más fuerza aún. Agarro su cara, mi mano se acostumbra a sus medidas, a sus texturas, mis dedos se enredan en su pelo, noto su pecho latiendo, pidiéndome permiso para reventarme a culpabilidades. Hace tiempo que no siento nada, pienso. Si se lo digo la voy a asustar. Si le digo cualquier cosa que piense, no me querrá ver más. Sumisa, se sentó sobre mí. Mis ojos se cerraban con tanta fuerza que notaba las pestañas clavarse en mis párpados. Paró para poner música. Cuanto más quería borrarte de mi pensamiento, más se te parecía a ti. Siguió besándome, yo era un naufragio a punto de ocurrir, en vivo y en directo.

Le voy a salvar de esta tristeza. Me encantan los retos, me encantan sus ojos, parecen no haber mirado a nadie en décadas. De dónde habrá salido. Quién será. ¿Podré salvarle?

Agarré sus caderas con fuerza y las traje hacia mí. Si lo hicimos anoche ya sabrá que no soy eso que ella creía. Qué le dije anoche, cómo la habré convencido. Quiso meter la mano en mis calzoncillos. Se la aparté. Pienso en ti, lo juro. Todo esto es por ti, te lo prometo. Metí mi mano por dentro de sus bragas y su respiración se agitó tanto que pude oler, detrás de la menta, una resaca mortal. Abrí los ojos, ella me miraba. La culpabilidad se esfumó por un momento y pude sentirme vivo. La besé lentamente mientras mis dedos hurgaban en una humedad desconocida. No pienso en ti. No lo estoy haciendo. Agarró mi espalda con sus uñas y me arañó los omóplatos hasta hacer aparecer pequeñas gotas de sangre. Sonrió ante mi cara de dolor, se mordió el labio y me volvió a besar. Aquel beso parecía decir sorry not sorry. Parecía decir que le daba igual lo que yo pensase. Metió su mano en mis calzoncillos. Dejé que lo hiciera igual que cuando me metía rayas por venganza. No pasó nada. Recordé mi pequeño problema, no quería desilusionarla. No me voy a correr. Lo siento. Todo paró en seco. Bruma en ambas cabezas. Me miró como si me estuviera preguntando de qué estaba hablando. No te puedo explicar. No lo voy a hacer, no puedo. Volví a acariciar su cuerpo, desde su boca, hasta su culo. No parecía muy convencida. Déjame hacerte gritar, con eso me vale. Sin estar convencida del todo, con dudas rondándole aun por la mente, conseguí que se olvidase de todo. Yo, por el contrario, intentaba acordarme de su nombre. Ya no pienso en ti. Tacho el tuyo para escribir el suyo, esta vez. No lo hago.

Miro el techo mientras noto su respiración restablecerse. Toco su boca con mis dedos. Tiene los labios secos como el salitre. Humedezco los míos y la beso. No voy a parar. No puedo hacerlo. Ella quiere más, la vida es siempre la misma. Si se lo digo la voy a asustar. Si le explico no lo entenderá. ¿Seguro? Agarró mi cabeza y me condujo ombligo abajo. Dejé de pensar en ti metiendo mi nariz en ella. Como cuando me vengaba chupando bolsa. Cerré los ojos, me metí la mano en los calzoncillos. Mientras le como el coño pienso en el tuyo. Me corrí. Luego ella. Pensé en ti.
Me coloqué a su lado, jugueteaba con su ombligo. Esperé a que volviese al mundo de los mortales. Estaba callada pero notaba en su mirada que quería preguntarme. Por qué te corres sin mí. Por qué pareces una isla. Recuerdas el naufragio. Lo siento. Las primeras veces me cuesta. Lo siento. La próxima vez lo volvemos a intentar. Otra promesa más que no iba a cumplir en la vida. Recuerdas a tu psicólogo. Ojalá él le explicase por qué no me voy a correr pensando en ella jamás. Que le rompa la cara a él y no a mí. Que quiera salvarme. Que necesite ser su cruzada.
Me dormí apoyado en mi propio brazo. Ella me daba la espalda, estaba desnuda. Antes de caer muerto, pensé en ti. Siento la tristeza, dije. Qué, preguntó. Cayó la tarde y con ella, una nueva oleada de brumas amarillentas sobre mi cabeza.
Al despertar, me levanté sin hacer mucho alboroto, me vestí y me fui.
Me fumé un cigarro debajo de su portal. Te prometo que este será el último.

miércoles, 2 de enero de 2019

¿Cómo llegaste hasta aquí? (7.9.18)


Sutil, inadvertida.
Como si no arrasaras con todo a tu paso
cuando pestañeas,
sacudes la melena,
te muerdes el labio,
no te estás quieta,
le quitas el hielo que sobra al cubata,
usas la mitad de la cocacola,
me dejas elegir,
desconectas de la conversación sin pedir perdón,
te doy igual,
no contestas mis mensajes,
me pides perdón,
te gusto,
saboreas la tostada,
dejas a la mitad todos los cafés,
te esfuerzas sin que se note demasiado,
haces que todo sea fácil,
me quieres,
inventas cucharas con las que escarbar en mí,
no soportas estar lejos,
me hablas de la física cuántica
y de la Magia también.
Me aceptas,
aceptas mi pasado,
no dejas lugar a dudas,
me amas,
fumas de mis cigarros,
confías en que no te dejaré caer al agua,
temes verme enfadado,
eres brillante,
me deslumbras,
tienes vergüenza,
me pides que sea tu novio,
no te arrepientes,
te burlas de mí,
lloras si imaginas cosas fea,
crees que soy todo lo que crees que soy,
construyes alas en mi espalda,
das impulso a mis ganas,
incendias hasta las cenizas los miedos,
quieres siempre un paso por delante que yo,
o eso crees tú.


Te drogas conmigo,
intentas que baile contigo,
te dejas cuidar,
me curas.

Lo escribí en las largas horas de curro en Madrid. Jamás supe cómo terminarlo, tenía buena pinta y me da pena no haberlo hecho. 

Río Negro (4.6.18)


Nací en un río negro
una noche en la que no
se sentía el frío,
aunque muriera de hipotermia
las veces en las que
dejabas de besarme
para respirar,
despedirnos de los demás,
o beber de copas que sobraban ya.

He deseado tu piel
hasta quedarme dormido
lamiendo el sudor invisible
de mis sábanas.
He pensado en ti desnuda
mientras comía con mi familia
y me he puesto triste
y me he puesto nervioso
y he querido saber
qué pensarías tú
en ese preciso instante,
en el que me llevo la cuchara a la boca
y no son tus piernas
ni tus labios
ni tus tetas
lo que mastico.

Hay días que tienen que ser escalados,
entonces
desdoblo mi imaginación
y recuerdo la manera en la que
arañaba tu espalda y
era capaz de sostener todo tu peso
con mis manos atrapando tu pelo
negro
como el río
que me vio nacer.

Hace un millón de años
que no besamos a nadie
y pareciera que llevásemos
toda la vida
rompiéndonos las bocas
a piropos envueltos en lenguas
y saliva.
El sol comienza a morder mi piel
y recuerdo las marcas
en tus muslos.
Siento el daño,
pídeme que te lo compense
y maltrataré aun más a
tu costado,
tu culo,
y tu cuello.

Dime “para” con la voz
y anímame el resto del camino
con tus ojos,
con tu manera de morderte el labio
y resoplar.
Dime que estás fatal,
tanto
que no puedas salir de la cama hoy,
tanto,
que rujan tus tripas y te den igual.
Sumérgeme en el río negro
que me vio nacer
aquella noche
en la que menos mal que
no serpenteaste
hacia otras borracheras.
Menos mal que no.

martes, 1 de enero de 2019

Fue la Señorita Amapola


Te miro aunque no lo sepas
o no lo quieras.
¿Qué es lo que quieres, en realidad?
Quiero saber:
si piensas en mí,
cómo lo haces,
todo eso que haces,
cómo.

Yo: 
quiero hablarte,
dejar de sentir esta extraña sensación
de conocerte y no haberte visto en mi vida.
Darle vuelta a los recuerdos
para que dejen de raspar la herida,
dejar de rebuscar en culpas de nadie,
quizás soy yo,
quizás siempre he sido yo.
Estoy buscando la manera de encontrar
la cura para algo que no está enfermo,
segurísimo de dónde estaba el tesoro
llevo días ahogándome en una piscina para niños.
Alguien ha tirado el ancla dentro,
en el fondo,
está tan enganchada en mi aorta
que siento que pendo de una cuerda roída y débil.
Quiero que vengas,
tengo miedo también.
Que no me quieras ver,
tener que hacer frente a esto.
He trazado un millón de planes
y me he quedado estancado en el paso uno,
sé que nada va a funcionar contigo,
así funciona la física cuántica,
yo solo puedo observarte,
lo quieras o no,
lo sepas o no.
Y tú te comportarás como te de la gana,
lo quiera yo
o no.
Te mire o no.