De pronto le escribo a un papel y no a
ti.
Debería pararse el tiempo solo para
poder escribirte las incongruencias que no soy capaz de tragarme de
esta sopa de amor, y no estoy hambrienta. No lo estoy.
Escribirte que a tomar por culo vos y
yo. Que solo ha sido un momentito de bajada.
Que no tenía sentido desde el
principio. Que seguramente ya estarás follando, escandalosamente
contra todas las putas paredes de todos los putos baños de esa puta
ciudad que consume a cualquiera.
Y de verdad desearía que fuese así para poder
cabrearme. Para afrontar la mierda con rabia. Para hacerme fuerte.
Para dejar de echar la culpa a la distancia. Ella nunca tuvo la
culpa. La culpa fue nuestra por empezar a querernos antes de
conocernos. Por ser idiotas. Por dejarnos llevar. Por tener fe.
A la mierda la fe. Tenía razón y
siempre la tuve. El escepticismo nunca estuvo de más. O ese avión
nunca debió traerme de vuelta. O sí.
Ahora debes estar. Pero no.
Y en las noticias hablan de tu puta ciudad que solo me consume las tripas, y hablan de gente que se muere, y de política, y de gente que sufre y de las escuelas y de la sanidad, y yo solo recuerdo el camino de vuelta a casa. Esto no es escritura automática, pero se le parece bastante.
¿Sabes el verde oscuro ese, feo, que
la gente solo utiliza cuando está triste? Sigues siendo un bosque.
Un bosque triste, húmedo, lleno de niebla, verde oscuro y marrón. Y
no puedo hacer nada para cambiarlo.
Mejor así. Mejor así. Mejor así.
Maldito papel blanco nuclear. Azulejos
de baños con bonitas vistas a tu coño. Con olor a sexo y meados.
Mejor así, ¿no?. Recordando.
¿Qué más puedo decir? Esto es una
mierda. Era una mierda que lloraras al otro lado del teléfono y es
una mierda ahora que creo que solo era una especie de sentirse
culpable por lo que iba a pasar. No siempre te puedes fiar del alcohol.
Y todos estos días han sido la preparación, el ritual, la
premonición de lo que iba a suceder.
Blanco nuclear, negro coño selvático
indomable. Quiero no haberte follado en mi vida.
Quiero haber consumido mis horas triste
y navideñas junto a mi familia, mientras los huecos, las pérdidas,
los silencios me hacían sentir muerta.
Y no anestesiada, como contigo.
Contigo todo era un paréntesis. Un no
creérselo del todo.
Me cago en la puta, joder. Me cago en
la puta.
Me cago en las noticias de la ciudad
incomestible, incombustible, insufrible.
Con su mar de plástico. Como el condón
emocional que debería haberme puesto contra tu magnífica mirada
selvática indomable. Como tu coño.
Y lo peor de todo no es esto. Ni el
papel al que vomito, ni pensar mal y tarde. Lo peor es que siempre se
me ha dado muy bien acabar estas cosas con un
y sin embargo, y sin Sabina,
te quiero.