Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



martes, 2 de marzo de 2021

Enchumbado (9.1.2021)


Salpico en este charco marrón,

chapoteo con mis tenis blancos recién comprados, 

sonrío con todos mis dientes

mientras la isla se empapa

y las huertas respiran ahogadas

y las hojas de las plataneras

se desvisten de la tierra africana,

y se desnudan al verde que más me gusta a mí.


Yo me siento junto a la ventana

y junto a mí, mi gato Benijo.

Me siento aquí y veo llover a ratos, enciendo la estufa.

Cuando estás tú ni me acuerdo del frío. 

Me sobran las mantas,

irradiamos calor de manera automática 

como una gallina con sus polluelos, 

como un oso con su osezno,

como una piara de cerdos amontonados alrededor de unas tetas.

Salto en ese charco marrón desde mi casa y me acuerdo de mi infancia

y de mi tía Lola

y de mis primos y de jugar al escondite

y recuerdo cuando esperaba a los mayores

que se iban a matar avisperos

y los veía llegar con algunas picaduras,

y me acuerdo del coche viejo y destartalado

que estaba justo en frente de lo que ahora es mi casa, 

y de todos los animales que hemos enterrado,

y de cuando yo era pequeño y todo era como en un sueño.


Golpetea la lluvia en la ventana, 

Benijo se da media vuelta,

se acurruca,

es tan negro

que solo yo que soy su padre y lo conozco

puedo ver la línea de sus ojos y su nariz brillante y fría.

Y me acuerdo de cuando nos conocimos

y me salvo la vida un poco,

y consiguió cosas que en la vida yo lo hubiera imaginado, 

como que a Cris le gustasen los animales,

que ahora hasta perros tiene.


A veces se quita el gris invierno

y se atreve a salir tímido el Lorenzo.

Pero dura poco

y me acuerdo que hace dos día que tendí la ropa y allí sigue, 

enchumbada,

resistiendo,

y me acuerdo de nosotros dos,

resistiendo,

y de quien era yo hace dos años,

resistiendo,

y del mundo,

resistiendo.


Me he sentado obligado,

porque ya esta bien de no escribir,

porque no puedo seguir así,

porque a veces no se trata de nosotros dos, ni siquiera de mí,

ni de mis duelos y añoranzas.

A veces se trata de sentarse e ir derribando muros a golpe de tecla.

Se trata de escribir las cosas como uno las siente sin pensar en qué bonito y qué precioso.


Se trata de las cosas importante

que me llevo,

de las cosas que no recordaba cuando

hace unos meses estaba en el hoyo,

se trata de verme en el espejo y decir,

joder tío no te reconozco, pero ahora bien.

Ahora la sensación es de no me reconozco de lo guapo que estoy por dentro y por fuera.

Y recuerdo cuando los espejos eran mis enemigos,

y me miraba y escribía

¿Quién es esta persona que me mira?

¿Y esos ojos tristes?


Escribo esto para recordar

que siempre habrá una cuarentena que te haga plantearte tus límites.

Hasta dónde vas a poder llegar

y qué cosas serás capaz de hacer para sobrevivir.

Y que cosas nos hacen felices

y si nos hacemos felices tú y yo o solo estamos resistiendo.


He parado un momento a leer lo que he escrito

y tengo la sensación de no querer que acabe nunca,

de que quiero leer esto en alto y que no se acabe nunca como una nana que se entremezcla con los sueños

y me vuelvo un niño chico, rubio,

con los cachetes manchados de tierra y salto en este charco sin acordarme ni un segundo

en mi abuela y su chola que nunca me alcanzaba

sin acordarme en mi madre gritando

mientras me mete en la bañera,

sin acordarme que algún día todo esto

quizás se convertirá en un ir resistiendo a veces,

en ir saliendo de hoyos,

ir derribando muros,

ir imaginando aquello que el chiquillo que fui

lo hubiera hecho realidad.


Y a veces no necesito que estés conmigo en mis poemas

y ya no me siento mal

porque es normal

y este poema es normal

como saltar en charcos si llueve,

sacar la lengua a ver a qué sabe la lluvia,

esperar a que escampe y comer trebina

ácida

trebina amarilla y verde

y escuchar los caballos a lo lejos,

y no gastar tiempo pensando en si aun así me querrás,

y no tener que recordar a la gente que quiero

y que ya no está,

ni siquiera pensar que debo valorar cada segundo junto a 

ellos porque no hay necesidad de recordar

ni de despedirse

ni de agobiarnos mirando un reloj que no existe

debajo de una lluvia que no empapa,

enchumba.

Y respirar.

¿Me seguirán viendo como el chiquillo rubio

de cachetes manchados de tierra?

¿O quién soy yo ahora para los que me vieron nacer?


9.1.2021


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