Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

NO ME DA LA PUTA GANA 29.11.13

¿Pero esto qué es?
Tú vivías una vida en un baño donde las mujeres con las que follabas eran igual de volubles que el agua que te cubría hasta el cuello. Nadie caía sobre ti. Tú tampoco fuiste capaz de destrozar ningún esqueleto. Al final nos quedaremos solos y los saltos al vacío se acomodarán al golpe de un solo cuerpo y yo lo que quiero ES UN MONTÓN DE HUESOS CRUJIENDO.
No me refiero a verte estirar como lo haría un gato. Me refiero a evitar arrepentirnos. Mirarnos y saber que hicimos todo lo que pudimos. Que no nos queden fuerzas para continuar pero que aun haya camino. Que no te espero, que no me espero, que sigo sin saber qué coño es esto.
La gente se escapa por las puertas en despedidas de 200 milisegundos, mi cerebro es capaz de almacenarte porque mantuve los ojos abiertos incluso a sabiendas de que aquel sería nuestro último beso.
Nadie tenía miedo hasta que lo olimos. Y olía mal, sabía peor, pero era brillante y lo necesitábamos de adorno sobre nuestras cabezas fuera cuál fuera el precio a pagar.
La próxima vez que aparezcas seré un animal con sombrero. Todo lo absurdo que debimos parecer para cualquier artista contemporáneo. En un lienzo enano, en un museo, exponen nuestros restos lumínicos, nuestros fugaces momentos hambrientos, nuestras verdaderas sonrisas sin dientes ni boca. Tus pupilas eran suficiente hoguera, ¿tú crees? Cuando todo parecía ir bien, cuando el sillón me acogía de una manera tan maternal que asustaba, cuando no pude dormir durante horas de enfado.
Lo que quiero decir. Eh. Lo que debí decir es que no me apetece nada pero lo sigo viviendo. Sigo estando en un avión de ida. Sigo teniendo frío. Sigo viviendo en una ciudad en la que no estás pero lo parece. Y NO ME DA LA PUTA GANA.


Y tener cuidado, no nos olvidemos de esa premisa fundamental que es el “callarse la puta boca, sea lo que sea lo que tengas que decir”. Era, sobre todo, sentirse como en el fondo de una piscina con una bolsa de cemento amarrada a un tobillo.


Una de esas mil cartas sin enviar.

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