Y te vuelves, no de
esa manera, no hasta aquí, porque ese nunca fue tu estilo, pero
vuelves.
A mí me da la risa,
sobre todo porque ya no me importa, pero escuece. Es como si
construyeses bombas que explotan a tu paso por todas las ciudades.
Recuerda: incomestibles, insufribles, incombustibles. Pero estallan.
Arrasas con todos esos turistas de mierda que entorpecen el paso. Yo
solo iba a por tabaco. No espero encontrarte en ninguna de las calles
por las que nunca estuvimos.
Te vuelves y yo
pienso, ya lo sabía. De la que te has librado. Respiras hondo.
Podrás ser feliz en cualquier lugar si dejas de pensar en luchar
como primera opción. No tenemos que defendernos de nada. Tú solo
vuelves porque esa es tu manera de huir. Qué retorcido, ¿no? Si la
única manera de escapar que conozco es irse lejos, muy a tomar por
el culo de todo, y aguantar hasta casi morir. Aguantar hasta un “si
tú me dices ven”.
¿Cómo voy a irme?
Acaso era esto un polvo y no me he enterado. Joder, estoy furiosa.
Estoy furiosa por
haberme equivocado. Por creer en la mujer que nunca fuiste capaz de
ser. Por pensar, en algún remoto momento de lo nuestro, que
volverías. Me daba igual si para quedarte, o para destrozarme.
Podías haberlo hecho y hubiera quedado hasta elegante. Siempre lo es
marchar montándose en un avión. En un caballo o encima de la puta
muerte.
Vuelves, pero no
aquí. Nos equivocamos constantemente, el ensayo-error está a la
orden del día. No sé lo que es un rescate en condiciones. ¿Qué
quieres que te diga?, supongo que nada. Nadie me ha preguntado.
Vuelve tu pelo, tus enfermas borracheras de fines de semana, tus
quejas, tus tristezas. Nada se ha arreglado. Sigue siendo esa misma
ciudad en la que no soportabas vivir. Vuelves, joder, a una ciudad,
que por fin, ya no es tuya. Ya no estalla.
Supongo que lo que
jode es el “ya lo sabía” grabado a fuego bajo la piel.
El problema es el
“nunca te lo dije, lo sé”. Y el “pero siempre lo pensé” que
ya no vale.
Lo importante es
haber comprendido que tú nunca me llevarías lejos. Las cosas que
hice, las cosas por las que luché siguen existiendo, pero yo ya no
soy dueña de ese trastero. Te regalo toda mi puta valentía. Yo, que
te consideraba la mujer más valiente que había conocido. Te regalo
mi pobreza, porque nunca la merecí. Tú mucho menos.
Y te regalo ese
baile que sé que nunca me concederás. Ese puto baile que lo hubiera
cambiado todo.
Lo que me molesta es
tu “nunca hasta las últimas consecuencias”. Nunca si voy a
perder, aunque solo sea la mitad. Me pregunto cuántos polvos te
habrá entristecido no echar. O echar.
El problema es que
te he escrito medio libro y ahora mismo lo quemaría. Como quemaría
a todas las compañías aéreas, a todo el dinero y todos los bancos
y todos los folios donde se imprimen curriculums vitae.
Lo quemaría todo,
excepto aquella ciudad: incombustible, incomestible, insufrible.
Sobre todo, porque ya no lo es. Sin embargo tú, sí.
Que tengas un muy
buen viaje de vuelta, aunque nunca sea de regreso.
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