Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



martes, 19 de noviembre de 2013

Voy a quemarlo todo.

Y te vuelves, no de esa manera, no hasta aquí, porque ese nunca fue tu estilo, pero vuelves.
A mí me da la risa, sobre todo porque ya no me importa, pero escuece. Es como si construyeses bombas que explotan a tu paso por todas las ciudades. Recuerda: incomestibles, insufribles, incombustibles. Pero estallan. Arrasas con todos esos turistas de mierda que entorpecen el paso. Yo solo iba a por tabaco. No espero encontrarte en ninguna de las calles por las que nunca estuvimos.
Te vuelves y yo pienso, ya lo sabía. De la que te has librado. Respiras hondo. Podrás ser feliz en cualquier lugar si dejas de pensar en luchar como primera opción. No tenemos que defendernos de nada. Tú solo vuelves porque esa es tu manera de huir. Qué retorcido, ¿no? Si la única manera de escapar que conozco es irse lejos, muy a tomar por el culo de todo, y aguantar hasta casi morir. Aguantar hasta un “si tú me dices ven”.
¿Cómo voy a irme? Acaso era esto un polvo y no me he enterado. Joder, estoy furiosa. 
Estoy furiosa por haberme equivocado. Por creer en la mujer que nunca fuiste capaz de ser. Por pensar, en algún remoto momento de lo nuestro, que volverías. Me daba igual si para quedarte, o para destrozarme. Podías haberlo hecho y hubiera quedado hasta elegante. Siempre lo es marchar montándose en un avión. En un caballo o encima de la puta muerte.

Vuelves, pero no aquí. Nos equivocamos constantemente, el ensayo-error está a la orden del día. No sé lo que es un rescate en condiciones. ¿Qué quieres que te diga?, supongo que nada. Nadie me ha preguntado. Vuelve tu pelo, tus enfermas borracheras de fines de semana, tus quejas, tus tristezas. Nada se ha arreglado. Sigue siendo esa misma ciudad en la que no soportabas vivir. Vuelves, joder, a una ciudad, que por fin, ya no es tuya. Ya no estalla.
Supongo que lo que jode es el “ya lo sabía” grabado a fuego bajo la piel.

El problema es el “nunca te lo dije, lo sé”. Y el “pero siempre lo pensé” que ya no vale.

Lo importante es haber comprendido que tú nunca me llevarías lejos. Las cosas que hice, las cosas por las que luché siguen existiendo, pero yo ya no soy dueña de ese trastero. Te regalo toda mi puta valentía. Yo, que te consideraba la mujer más valiente que había conocido. Te regalo mi pobreza, porque nunca la merecí. Tú mucho menos.
Y te regalo ese baile que sé que nunca me concederás. Ese puto baile que lo hubiera cambiado todo.

Lo que me molesta es tu “nunca hasta las últimas consecuencias”. Nunca si voy a perder, aunque solo sea la mitad. Me pregunto cuántos polvos te habrá entristecido no echar. O echar.
El problema es que te he escrito medio libro y ahora mismo lo quemaría. Como quemaría a todas las compañías aéreas, a todo el dinero y todos los bancos y todos los folios donde se imprimen curriculums vitae.

Lo quemaría todo, excepto aquella ciudad: incombustible, incomestible, insufrible. Sobre todo, porque ya no lo es. Sin embargo tú, sí.


Que tengas un muy buen viaje de vuelta, aunque nunca sea de regreso.

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