Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



sábado, 2 de junio de 2018

La mujer que amaba idiotamente (30.12.14)


La mujer, acostumbrada a amar de manera estúpida toda su vida, no entendía la mirada complaciente de aquel hombre. No había razón por la que no aprender. Una y otra vez, meticulosamente, la mujer desarrollaba con exactitud cada patrón relacional con hombres que guardaban cierto parecido, cada vez más. Una y otra vez, mismo patrón, mismo semblante, la mujer jugueteaba luego con sus zonas cerebrales, inertes. Desérticas de cualquier tipo de actividad eléctrica. Es posible que se piense que esto no siempre fue así, pero lo cierto es que esta mujer nació desprovista de mecanismos de aprendizaje útiles para la supervivencia amorosa.
Vestía siempre de rojo, a modo de equilibrar el gris de sus tripas. No corría por ella ni una milésima parte del rojo que impregnaba a sus labios.
La mujer que ama estúpidamente está sentada tomando café en una cafetería forrada de madera y antigüedades. Su carmín ha marcado ya el borde de la taza. Es escandalosa por lo desapercibida que llega a resultar su presencia. Nimia presencia de una mujer que nunca ha sabido amar.
Los hombres que entran por la puerta de la vieja cafetería, se quitan sus sombreros, a veces cargados de nieve, otras de sol, otras de lluvia. Igual hacen cuando la mujer de costumbres amatorias catastróficas los deja sentar con ella, entrar en su casa, en su cuerpo. Para cuando marca sus cuellos de carmín rojo, ellos ya se han dado cuenta del peligro que corren y apresurados buscan la puerta de salida, no sin antes, volver a ponerse sus sombreros de caballeros que saben bien lo que quieren.

Pero este hombre era distinto. Él bebía los mares por las faldas rojas de la mujer que no sabía amar inteligentemente. Consciente de su incapacidad, la mujer suspiraba continuamente. “Pobre hombre”.


Muy bonitos los relatos hasta que no sabes qué más contar.

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