Te he
convertido en canciones que suenan en bucle, mientras lucho contra
demonios artificiales, cosas que no te puedo explicar. Estoy
destrozando en bares lo poco bueno que quedaba en mí y he celebrado
no encontrarte en ninguna borrachera asquerosa como la de ayer. Hay
que encontrar triunfos hasta en las derrotas y hasta en la depresión
posteme veo luces a las que agarrarme.
No me
voy a mentir. He deseado buscarte hasta desaparecer, me he sentido
avergonzado de pensamientos que no encuentro manera de parar, y la
gente parece sentirme bien, y es que todo bien, ya lo dije aquella
vez que todo mal. Era volver a caer desde el precipicio sin darme
cuenta de lo alto que había subido, y he terminado de machacarme los
sesos contra los suelos de la autodecepción. Escribo esto porque no
me atrevo a describir lo de las madrugadas sin dormir. Me dan rabia.
Y tu cuerpo y lo jodidamente guapa que eres, demonio. Ni lo de tu
pelo en mi cara y la forma en la que te dejabas follar. Lo húmeda
que estaba tu boca, incluso después de reventarte a gemidos, cómo
lo hacías. Yo con mi lengua de gato no sabía si maullarte o
esconder mis uñas hasta esa próxima vez que nunca vendrá. Me da
rabia echar de menos tus ojos acuchillándome a cuestiones
invisibles, o como cantabas encima de mí, las lombrices tienen 9
corazones. ¿Dónde están los tuyos? Que te dieras la vuelta, sabías
perfectamente cómo matarme muriendo tú primero entre mis manos, y
amanezco triste por tu culpa, rodeado de la química que me revienta
las noches en las que no estás. ¿Qué coño hago yo en esta cama
sin ti? Y cerrar los ojos e imaginarte desnuda, y yo asfixiándome
entre tus piernas. Eres una homicida. Demonio. Era cierto que nunca
podría poseerte. Me has llenado las entrañas de magia negra. Ahora
solo se pensar en colores oscuros. Como la diferencia entre tus iris
y tus pupilas, escondiste tus dientes para no asustarme, animal
salvaje. Ojalá verte aparecer entre la maleza que son las noches de
polvos que empiezan a las siete de la tarde. Me has convertido en un
caprichoso. Quiero todo esto y lo quiero ya y solo recibo un silencio
que desgarra y atrapa en círculo a mis pensamientos automáticos.
Menudo
vicio.
Ni la
cocaína.
Ojalá
odiarte se me de igual de bien que
follarte
hasta desfallecer.
Me cabreé un poquito por nada, en verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario