Funcionalidad del Pasado.

Siempre me pasa que descubro la funcionalidad de las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Y que sea demasiado tarde es precisamente la característica principal de este lugar.

Después de tanto tiempo encuentro que quizás este sea un buen sitio para mirar el pasado con los ojos del presente-futuro.

En cualquier caso, a los fantasmas del pasado, a los vivientes del presente y viceversa, sean ustedes bienvenidos.



viernes, 5 de noviembre de 2021

Guía no turística

Elegir un solo lugar entre todos los lugares de La Laguna es una traición imperdonable, al moho de los adoquines, a las señoras de toda la vida en los bares de toda la vida, a las parejas de golden retriever, a las aceras levantadas por las raíces de los árboles empapados, chupando la humedad de una ciudad que nunca deja de llorar.     Traición también a todos mis recuerdos. A las chicas y a los amigos. Las borracheras y las tristezas. A romper y arreglar, encontrar y rebuscar.

Para comenzar esta guía es necesario aclarar que: el pasado nunca vuelve. Los sitios más bonitos de esta ciudad, ya no lo son tanto. Pero en mi memoria siguen intactos. El Parque de la Constitución cierra por las noches y es naranja. Las estrellas caen en él y una chica me besa. Puedes sentarte y ver correr a los perros levantando el césped verde, verdísimo. Puedes sentarte frente al muro del colegio y ver dónde los adolescentes guardan los porros en los huecos de las palmeras. Puedes jugar a encontrar ranas en el estanque e imaginarte arriba y abajo jugando con la gravedad en los columpios que ya no existen. Ahora hay una enorme charca para los patos. Los de la catedral. Los de la plaza. La Plaza de los Patos. Puedes sentarte en el banco que mira al estanque a pensar. Puedes escuchar, si te concentras lo suficiente, cómo lo hacía yo hace años. 

Si te cansas o te echan lo mejor es salir por la puerta del bar dirección Avenida Silverio Alonso. Yo tampoco sabía el nombre de la calle hasta que tuve que hacer esta guía. Para mí es el sitio de paso pero donde me gustaría quedarme. Justo ahí empiezan a crecer casas de gente bien, y detrás del muro hay un campo enooooorme verde y matorral. Las aceras están rotas e intransitables por las raíces de los árboles pero se está bien. Compartir música con la rubita de clase a las once de la noche en el banco de piedra mohosa o hablarle a Papo de lo bien que se te da el Tinder. Bueno bien. Eso creías tú.

Desde el parque de la Constitución también puedes salir por la puerta que da al Camino Largo, porque es larguísimo y parece no acabar nunca. También es naranja y una vez una chica de Madrid se echó a llorar porque decía que era demasiado bonito. Puede ser. En los días soleados las palmeras dejan de ser espantapájaros y la ciudad llorona sonríe un poquito de medio lado, como coquetona. Me gusta bastante. Justo en ese camino hay unas casas sostenidas por columnas a las que subes por unas escaleras un poco de caracol, con las que siempre he soñado ser el propietario. Toda la vida obcecado con esas casas, que no son para tanto. Justo enfrente hay otras rollo mansión, pero yo quiero esas. Que están en alto y son puro cemento. Como yo.

El siguiente lugar que debes visitar es una plaza que ni siquiera tiene nombre. Así de cutre es. Está justo en el comienzo de la Calle Viana y se accede a ella por unos pocos escalones alargados. Tiene una estatua en el centro de un señor que por lo visto, según Google, se llamaba Hermano Ramón. En realidad no es una plaza, sino el acceso a un edificio, que si te soy sincero no sé muy bien qué es. Pero sé que hacen conciertos y que tiene un patio enorme tras la pared de pequeñas columnas cuadradas, que lo separa de la plaza. Las paredes están pintadas de rojo oscuro y amarillo y un montón de pintadas estúpidas que a mí me gusta fotografiar. Hay dos bancos y un árbol que los separa. En el banco de la derecha vi como unos tipos intentaban pegar a mi hermano, Dimple me dejó el día del cumpleaños de mi abuela y esa fue la primera de muchas. Pero ninguna tan dolorosa e inexplicable como aquella. Me he congelado literalmente bajo la lluvia, y he esperado a gente mientras me liaba un cigarro. Una plaza con encanto, la verdad. Pero cero recomendado para dejar a alguien y llorar porque hace mucho frío y todo el mundo te ve como si estuvieras en un escenario.

El último sitio al que te voy a llevar es el Camino del Matadero. Tranqui que no te voy a matar. Se trata del camino que pasa justo al lado del aeropuerto. Este sitio es famoso porque todo el mundo va a follar en lo oscurito de la noche y el rugir de las turbinas. Yo iba a llorar a mi abuelo Julio que descansaba muerto de frío en San Luis, unos metros más arriba. Y escribía muchísimo sobre eso, y sobre estar al borde y no poder más. Pero pude. Mirar los aviones se vuelve una costumbre hipnótica. A pesar de la fobia y todo eso. Luces brillantes en mitad de la noche, una gran mole de hierro posándose sobre asfalto negro y humeante. Qué clase de magia es esta que nos trae y nos devuelve a sitios en los que siempre vamos a querer estar. 

No hay comentarios: