Lo más bonito de las cosas bonitas de este mundo, suceden cuando ella se recoge el pelo, mientras el espejo la devora en la tele ponen un documental de animales, y yo, que solo sé follar, me deprimo.
Me deprimo hasta que ella hace el enésimo imposible y se introduce en su vestido verde. El primero de los imposibles fue quererme a mí que no me querían ni los gatos, ocurrió en la orilla de la playa, ella me quitó el cigarro de la boca y me dio un beso. -Te quiero- Dijo. Luego se tiró al agua y nadó contracorriente mientras yo escribía su nombre sobre la arena.
A veces yo también soy pez cuando me meto entre sus bragas y puedo estar tres minutos y veintisiete segundos sin respirar, luego me incorpora con sus dedos diminutos y me llena los pulmones con su aire. Como si fuera un globo.
Eso de su vientre con forma de caracol es saturno, aunque ella siempre se empeñe en llamarlo ombligo y la cicatriz de su barbilla es de cuando sonreír dependía de un columpio y el antojo de su pubis con forma de signo de admiración, eso, eso soy yo, cada vez que la observo.
Exactamente como ahora que se está colocando los zapatos de pisar domingos. En la tele las arañas ya cesaron de jugar al amor, la hembra tiene sus ocho patas sobre el macho y se lo está comiendo, ella da un salto circense y se me sube encima, elástica, aeróbica, mortal, me da un mordisquito en la nariz y es la primera vez en mi vida en la que no me importaría en absoluto ser un insecto.
-¿Aún no te has vestido? llegaremos tarde- me dice. -Cierto- contesto.- Justamente tres minutos y veintisiete segundos- Ella sonríe y mientras se sube su vestido toda mi piel comienza a cubrirse de escamas. Ernesto Pérez Vallejo.
1 comentario:
Sin duda.
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